Cómo batallar con la envidia

Recientemente un amigo me contó cómo está batallando con la envidia. Ese sentimiento de querer lo que alguien más tiene. Y en su caso no es lo material, sino en lo emocional.

¿Alguna vez te has puesto a analizar si te pasa lo mismo?, ¿esa sensación de que no eres amado o querido como necesitas o deseas?

Algunos esposos sufren de esto cuando llega el bebé a casa y la esposa se vuelca a atender al nuevo miembro de la familia. Y uno se preguntaría: “Pero ¿cómo puede estar envidioso de su propio hijo?”.

O, ¿habrá alguna mamá que resiente la ida de su hijo al formar su propio hogar con su esposa?

La envidia no solo es desear lo material de otra persona, también afecta en lo emocional. No recibir la misma atención, o el mismo cariño puede llevarnos a sentir envidia.

En la parábola que Jesús contó sobre el padre que reparte la herencia a sus hijos, se dice que el hermano mayor sintió envidia al ver la celebración por el regreso de su hermano.

El que sufre de envidia no puede apreciar lo que tiene, porque está pensando más en lo que la otra persona tiene. Esto es una clara falta de identidad y de gratitud.

Pero no todo está perdido.

Si aprendemos a depender emocionalmente de Dios, si continuamente depositamos en él nuestra ansiedad, nuestros deseos, nuestras necesidades, y reconocemos su poder para llenar nuestra vida, cuando veamos a otros gozar de tratos especiales, podremos gozarnos con ellos. Porque sabremos que estamos llenos de la presencia de Dios, de su amor.

Qué hacer para no caer nuevamente

El ejercicio de mantener una relación continua con Dios es esencial para permenecer firmes en nuestra fe.

La lectura frecuente de la Biblia, la meditación y oración son claves para mantener nuestras emociones, sentimientos y toda nuestra vida alineada con Dios.

Es probable que el hermano mayor de la parábola haya perdido comunión con su papá, por eso sintió envidia y reclamó. Lo bueno para nosotros, así como el padre de la parábola, nuestro Padre Celestial es amoroso y nos perdona, nos limpia y nos acerca a él.

Eso fue lo que pude aconsejarle a mi amigo, que se acercara a la fuente inagotable de amor, cariño y compasión. Solo Dios nos puede amar como necesitamos, solo Dios.

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