¿Eres digno de confianza?

¿Recuerdas la última vez que le diste un encargo muy importante a alguien?

¿Por qué lo hiciste? Sin duda alguna fue porque lo consideras una persona digna de confianza. 

Muchas veces pensamos que todo cristiano maduro debe servir a Dios. Por supuesto que debemos servir a Dios como manera de agradecer el regalo de la salvación; como expresión de madurez espiritual y como herramienta de evangelización. Y esa manera de pensar no está mal.

Pero recientemente encontré una razón más certera, más pura; una razón que me llena de más emoción. La encontré, por no decir “Dios me guio a ella”, en la primera carta de Pablo a Timoteo.

“Doy gracias al que me fortalece, Cristo Jesús nuestro Señor, pues me consideró digno de confianza al ponerme a su servicio.”

Primero vemos que servir es un llamado. Claro que hay capacidades, aptitudes y deseos de la persona, pero si a eso le sumamos el llamamiento de Dios, el servicio dará grandes frutos para el reino de los cielos.

Segundo vemos que ese llamado a servir es una posición de confianza. Claro que hay capacidades, aptitudes y deseos de la persona, pero no podemos negar que si Dios nos llama a servir es por su misericordia y porque nos considera dignos de confianza.

Servir, entonces, es un llamado de parte de Dios y ser escogidos nos convierte en personas dignas de confianza.

No importa el lugar donde Dios nos ha puesto a servir. No importa la frecuencia con que Dios nos ponga a servir. No hay escalones de importancia en este llamado. Si Dios nos llamó, no hay mayor honor que servir.

Somos los humanos que hemos puesto categorías de servicio y de servidores. Hemos creado planes de capacitación donde “solo los mejores ganan”. Somos los humanos que hemos aceptado esos escalones y acuñado la idea que “hay que empezar desde abajo”.

No amigo, no hay abajo, no hay arriba, no hay primero, no hay último. Solo hay “digno de confianza”.

¿Lo eres?

¿Puedes servir allí donde estás sin querer ser más?
¿Crees que por tu tiempo mereces estar en otra posición?

Cuando me hice estas preguntas fui confrontado. No importa lo que Dios me pida que haga, lo haré porque él me considera digno de confianza y quiero honrar ese llamado.

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