Lo que aprendí de Renato

Entre enero y febrero del 2011 mi familia y yo emigramos de El Salvador a Guatemala. Esa sería mi tercera vez que me trasladaría de país, para el resto de mi familia, la primera. Y nunca olvidaré a los buenos amigos que dejé en cada país en donde estuve.

Hoy me tocó despedir a mi amigo Renato, pues como yo, se irá a vivir a otro país.

Renato dejó huella en la vida de muchas personas, y en la mía, dejó lecciones valiosísimas.

De Renato aprendí la humildad. A pesar de tener una posición muy importante en la iglesia, Renato siempre se mostró humilde, tanto en lo público como en lo privado y nunca hizo distinción de personas. Siempre veló por el bienestar de todos.

De Renato aprendí la pasión por el trabajo de la Iglesia. Su amor por Dios lo movió a siempre hacer lo que fuera necesario para que Dios fuera glorificado en todo a lo que la Iglesia se refiere.

De Renato aprendí a ser generoso. Su corazón bondadoso, motivado por su amor a Dios, le permitió ser generoso con quien fuera necesario. Él siempre buscaba a quien ayudar.

De Renato aprendí a decir la verdad. Por muy dolorosa que fuera, la verdad siempre acompañó a Renato, para amonestar, para motivar o para edificar.

De Renato aprendí la importancia de la compañía. Él cumple a cabalidad el dicho de “más valen dos que uno”. Su compañía siempre edificó y sumó a las vidas de quienes tenemos el privilegio de tenerlo como amigo y compañero.

De Renato aprendí muchas cosas más, pero como se lo dije en nuestro desayuno de despedida, algunas cosas quedan en la memoria y otras en el corazón, todo lo demás que de Renato aprendí, están en mi corazón.

Con lágrimas me despedí de Renato, con lágrimas escribo esto.

Hay amigos más fieles que un hermano, dice el proverbista, y Renato es eso: un amigo, un fiel amigo.

 

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