Una vuelta más a la tuerca

Todos queremos estar en una posición de poder.

Cuando somos hijos, queremos el poder de los padres. Cuando somos empleados, el del jefe; cuando somos ciudadanos, el de los gobernantes, y así sucesivamente.

Pero en la iglesia, como liderar es un acto de servicio, ahí no muchos quieren entrar en la jugada. Pero lo que se atreven, lo hacen por amor y pasión. Liderar en una congregación conlleva un par de vueltas más a la tuerca, el nudo es más apretado y el camino más angosto.

Y es en ese recorrido paralelo, que la vida del líder empieza a pesar, su ánimo se ve afectado por las cargas personales y del grupo y su tiempo se divide en este orden: trabajo, familia, servicio y si queda algo, para sí mismo.

Cuando las cargas y las presiones del ministerio, algunas impuestas y otras adquiridas, empiezan a cobrar espacio, el ánimo del líder puede ser afectado.

Si esto te ha pasado, quiero compartir contigo algunas ideas de una confesión de un líder de la iglesia, seguramente has escuchado de él: Pablo. Él escribió: “Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo. Pues a nosotros, los que vivimos, siempre se nos entrega a la muerte por causa de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo mortal. Así que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes la vida.”

Una de las primeras acciones que todo líder debe realizar es reconocer que el gran tesoro que tenemos ha sido depositado en vasijas de barro. Vasijas frágiles, con defectos, de un material poco ostentoso. Reconocer nuestra condición ante Dios debe hacernos sentir humildes. Como dijo Marcos Vidal: no es por nuestra habilidad sino por su compasión, aquí estamos.

Luego de entender nuestra fragilidad, podemos relacionarnos con algunas situaciones que atravesamos, es aquí donde la tuerca aprieta más, el nudo se tensa más y el camino se hace más estrecho. Andamos “como si, pero no”. Es decir, nos vemos de cierta manera, pero nuestra labor resulta en algo grandioso para el reino de los cielos.

¿Alguna vez te has sentido atribulado, perplejo, perseguido, derribado? ¿Has sentido que llevas una carga muy pesada? En estas situaciones, como líder tienes un gran privilegio.

Cuando te veas atribulado en todo puedes, aun así, no abatirte.
Cuando te veas perplejo puedes, aun así, no desesperarte.
Cuando te veas perseguidos puedes, aun así, no sentirte abandonado.
Cuando te veas derribado puedes, aun así, no ser destruido.

Pero ¿por qué no? Porque eres líder. Aceptaste estar aquí. Pero recuerda no hay condenación en sentirte atribulado, perplejo, perseguido y derribado. Como tampoco hay reclamo en que no seas abatido, ni sufras desesperación, ni seas abandonado, ni seas derribado.

Cómo líderes experimentaremos esos sentimientos y situaciones, y se vale llorar y querer rendirse. Se vale renunciar. Se vale.

Y se vale regresar con las lágrimas secas, con las heridas sanas, con las fuerzas renovadas.

Y como dijo Pablo: “Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día. Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre.”

Recuerda, eres una vasija de barro donde se ha depositado un gran tesoro. Eso querido líder, vale cualquier sacrificio, aunque no se compara con el sacrificio de nuestro amado Jesús.

Aunque la tuerca apriete, sigue adelante.

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