La ambigüedad está dañando a la iglesia

Lo curioso del ser humano es que es ambiguo. Por naturaleza no podemos mantener el mismo rumbo todo el tiempo. Está demostrado que si una persona diestra camina “en línea” recta sin guía alguna, su mismo cuerpo hará que se desvíe hacia la derecha, por el dominio de su lado derecho. Lo mismo sucede con quien es zurdo, pero al lado contrario.

Por lo tanto, no podemos pretender estar siempre en el centro. Y en términos de teología y “celo” por la correcta interpretación, no siempre seremos certeros.

A algunos se les encrespa la piel al escuchar a predicadores decir “declaro”, “decreto”, “reclamo”, y cosas así.

De alguna manera, esta reacción es válida por el celo que existe por la centralidad de la predicación, es decir, la prédica debe estar centrada en la correcta interpretación y comunicación del mensaje de la Biblia. Pero cuando se tuerce para lograr los objetivos humanos de manipulación, es allí donde el rechazo sucede.

Y es aquí donde entra la ambigüedad.

Por lo general le exigimos más al predicador que a cualquiera otra persona. El predicador no puede errar en la predicación, pero sí el diácono en su interpretación personal. El predicador debe tener una formación básica de teología, pero no tanto el maestro de niños, o el líder de jóvenes, o quien visita las cárceles, o hasta el director de alabanza y los músicos.

Esta ambigüedad es dañina para una congregación porque por un lado entonarán canciones con poca certeza teológica y por otro, una predicación y exposición centrada en la Escritura. Es como que se tenga gripe, se tome la medicina para curarla, pero no se usa la ropa adecuada según el clima. De nada sirve, o sirve de muy poco.

Exigir la centralidad en la Biblia debe ser para todos, no importando dónde se sirva o dónde se predique.

Tanto el predicador como el director de alabanza deben tener el mismo enfoque de la centralidad de lo que se habla o canta. De poco sirve predicar expositivamente y bien estructurado si las canciones dicen lo contrario.

Y es que en la alabanza es donde se tiende a ser menos estrictos, porque eso es más emocional y menos racional. Cuando cantamos, participan nuestras emociones y sentimientos. Dependiendo del ritmo de la música así es como reaccionamos, por eso es más difícil evaluar el contenido bíblico de las canciones, o de lo que el director de alabanza está diciendo. Se acepta tan fácil porque simplemente no es tan importante qué dice sino cómo me siento. A diferencia de la prédica, donde sí entra la razón, porque no hay sentimientos y emociones involucradas.

Esta ambigüedad es dañina para una congregación, porque se acepta que la alabanza tenga cualquier rumbo, más no así quien prédica.

Esto debe ayudarnos a evaluarnos. ¿Aceptamos cualquier prédica de cualquier predicador? ¿Aceptamos cualquier canción de cualquier cantante?

¿Qué piensas al respecto?

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