El fin.

Cuenta la leyenda que cuando yo era niño me sentaba a la mesa a comer y me tardaba una eternidad en terminar. Todos en la casa terminaban de comer, y yo seguía con la misma porción.

Y cuentan que regularmente esos episodios terminaban con alguien enojado y otro llorando. ¿Quién crees que era yo?

Recientemente leí un libro que una de mis hijas me había regalado para mi cumpleaños hacía dos años. Es de unos de mis autores de novelas preferido. En años anteriores me había devorado sus libros: El Código Da Vinci, Ángeles y Demonios, La Fortaleza Digital, entre muchos.

Pero este libro tenía algo.

Cuando lo empecé a leer, lo hice con toda la expectativa posible. Pero al pasar unas cuántas páginas, lo dejé. No me cautivó.

Lo tenía a la vista, pero no lo leía. Y fue hasta que encontré mi ritmo de lectura que lo retomé.

Empecé donde me había quedado y me sumergí en la novela. Mientras avanzaba la trama, recordé por qué Dan Brown es de mis autores preferidos. Me dediqué a disfrutar la lectura, a pesar de que el libro es grueso y pequeño, ¡costaba mantener el libro abierto! Aun así, seguía leyendo.

De repente, el desenlace la historia llegó a su fin. Pero faltaba un poco por leer.

¿Qué más quedaba? Ya el héroe había ganado, el villano había muerto, la chica se había salvado… ¿qué más quedaba?

Empecé a desesperarme. ¡El libro no terminaba!

Seguía leyendo cuando ya todo había terminado. No había más historia. Pero el libro no terminaba.

Incluso, empecé a pensar que el autor quería persuadir a sus lectores para que adoptaran una línea de pensamiento real y lo que estaba haciendo era disfrazar de novela su postura personal. Y el libro no terminaba.

Finalmente, llegué a la última hoja del libro. Lo cerré, registré mi avance en mi aplicación de lectura y reflexioné.

¿Por qué alargar la historia? ¿Por qué no dejar que el fin fuera en fin?

Aprendí, como escritor, que debo dejar que la historia llegue a su final.

Hay veces en que sentimos que las cosas no terminan.

Puede ser un plato de comida, una película aburrida, un libro o alguna situación en la que nos encontremos.

¿Qué está en tus manos terminar?

¿Qué mantienes con vida, cuando ésta ya no existe?

¿Un sentimiento? ¿Un recuerdo? ¿Una discusión?

Dios terminó su creación y descansó. No siguió con más.

Eclesiastés dice que hay tiempo para nacer y tiempo para morir.

Apaga la luz a aquello que ya terminó.

Compártelo